BRICS y Venezuela: La Encrucijada de Lula da Silva
Reflexionando sobre el análisis de lo ocurrido en los BRICS, me encuentro en una encrucijada de pensamientos y emociones. La postura de Lula da Silva parece ser una estrategia política que busca consolidar una base social más amplia, incluso a costa de alinearse con la derecha. Esta táctica, aunque pragmática, plantea serias preguntas sobre la integridad y los principios que deberían guiar a un líder progresista.
Este veto ha sido interpretado por muchos como una continuación de la política de boicot implementada por el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, conocido por sus posturas ultraconservadoras. La decisión de Lula ha sido vista como un intento de alinearse con estos intereses para consolidar una base social más amplia, incluso a costa de sacrificar principios fundamentales como la no intervención y el respeto a la soberanía de otros países. Además, la reacción del presidente Nicolás Maduro, quien describió el veto como una “agresión” y un “gesto hostil”, subraya la tensión diplomática entre ambos países. Esta situación plantea preguntas sobre la integridad y los principios que deberían guiar la política exterior de Brasil bajo el liderazgo de Lula.
Desde mi perspectiva, la decisión de Lula de vetar a Venezuela en los BRICS no solo es una desviación de los ideales de no intervención y respeto a la soberanía, sino que también refleja una continuidad preocupante con las políticas económicas de sus predecesores, Bolsonaro y Temer. La economía política del rentismo, caracterizada por altas tasas de interés, devaluación de la moneda y salarios bajos, sigue siendo una realidad bajo su mandato. Además, esta decisión refleja una alineación flagrante con los intereses de Washington. El gobierno de Estados Unidos está utilizando a Lula para que actúe como una especie de “policía de facto” que mantenga a la región alineada. Esta perspectiva sugiere que la decisión de Brasil no solo es una cuestión de política interna, sino también una estrategia influenciada por presiones externas.
Este veto contradice la naturaleza y los postulados de los BRICS, que buscan promover un nuevo orden y equilibrio mundial. En este sentido, la exclusión de Venezuela puede ser vista como un obstáculo para la integración de fuerzas alternativas que buscan desafiar el poder hegemónico occidental.
Es inquietante pensar que, en su afán por “supuestamente” derrotar a la ultraderecha, Lula pueda estar sacrificando los principios fundamentales que alguna vez definieron su liderazgo. La política externa de un país no debería ser un juego de ajedrez donde se sacrifican piezas clave para ganar una partida, echando al traste todo lo pactado y logrado desde los tiempos del Comandante Hugo Chávez. En cambio, debería ser una manifestación de los valores y principios que un líder y su nación defienden.
La decisión de Lula da Silva es una “vergonzosa actitud” (como diría el analista y filosofo Miguel Ángel Pérez Pirela) que no tiene una justificación política ni económica razonable. La “quiebra de confianza” expresada por el gobierno de Lula es simplemente una excusa tomada por los cabellos. Esta decisión refleja una traición histórica y estructural, ya que Brasil ha mantenido posturas prácticamente idénticas entre periodos dictatoriales y democráticos. La política exterior brasileña no ha cambiado significativamente a lo largo de los años, y la decisión de Lula es una continuación de las políticas de Bolsonaro y Temer. Detrás de este veto podría haber una intención de Estados Unidos y otros países de plantear una invasión contra Venezuela. Lula no gobierna Brasil en este momento, sino que lo hace la derecha y el Departamento de Estado de Estados Unidos.
En última instancia, la reflexión nos invita a cuestionar hasta qué punto el progresismo tibio latinoamericano está dispuesta a comprometer los ideales de una región de derecho y justicia social en aras de la victoria política y el poder.