Enamorarse del Proceso: Un Camino de Cuotas diarias
Enamorarme del proceso ha sido uno de los aprendizajes más transformadores en mi vida. Siempre tuve claro que tener un objetivo es crucial, que ese propósito nos proporciona una dirección, un horizonte hacia el cual dirigirnos. Sin embargo, con el tiempo comprendí que más allá del objetivo final, es vital entender cómo llegar allí ese camino.
El verdadero cambio ocurrió cuando empecé a abrazar y enamorarme del proceso, de cada pequeño paso que daba día a día. Dejé de esperar ese gran momento de revelación, ese instante “Eureka” que lo cambiaría todo de repente. Aprendí que no se trata de un golpe de suerte, sino de una serie de pequeñas victorias cotidianas. Decidí enfocarme en objetivos diarios, por muy minúsculos que parecieran. Cada vez que lograba uno de estos pequeños objetivos, sentía una satisfacción inmensa que me motivaba a seguir adelante.
El objetivo grande se paga en cuotas, y cada día pagaba una pequeña parte. Nadie que conozca ha alcanzado sus metas personales de una vez. Incluso las personas que parecen haber tenido un éxito instantáneo, en realidad han trabajado día tras día, sumando pequeñas victorias que, a los ojos de los demás, parecen un único y gran logro.
Todo en la vida es relativo. Cada uno de nosotros debe internalizar profundamente la importancia del proceso. Al principio, puede parecer un reto, pero con el tiempo, estas acciones se transforman en hábitos. Y cuando estos hábitos están integrados en nuestra vida diaria, el proceso deja de ser una carga para convertirse en un elixir, algo que disfrutamos hacer cada día.
La clave está en abrazar el presente, en amar el camino y todas las pequeñas metas diarias que nos acercan a ese gran objetivo final. En el trayecto, nos enamoramos del paisaje, de los recuerdos y las experiencias que, adversas o no, nos dejan enseñanzas valiosas. Cada pequeño logro diario contribuye a esa meta final.
Recomiendo a todos a enamorarse del proceso. Es una lección de vida que trasciende cualquier otra cosa que haya aprendido. Llámalo madurez si quieres, pero para mí, es la clave para vivir plenamente, para alcanzar cualquier objetivo significativo que tengamos.
A todas las personas que alguna vez se han sentido desorientadas o engañadas por un éxito falso, les digo: Abracen el proceso. Las adversidades y los fracasos son parte del camino y depuran nuestro entorno. La sanación y el crecimiento personal no son inmediatos, requieren tiempo y esfuerzo continuo.
El libre albedrío es lo que marca nuestro día a día, proyectándonos hacia el futuro mientras aprendemos del pasado. Abrazar el presente con todos sus procesos es fundamental para vivir una vida plena y significativa. Por todo esto, doy gracias a la vida, a Dios y a todas las enseñanzas que el proceso me ha dejado.
Que Dios bendiga la vida, la enseñanza y a todos nosotros.
¡Gracias!.