Dialéctica del Pueblo: Tallando el Poder en Mármol y Conciencia

Desde las fábricas de Shenzhen hasta las calles de Caracas, una verdad material palpita: el poder no es abstracto, sino una fuerza que nace de las contradicciones entre el pueblo y sus condiciones. Hoy, frente a la encrucijada histórica de América Latina, Venezuela tiene ante sí un desafío dialéctico: transformar sus mecanismos de consulta pública no como actos de caridad estatal, sino como herramientas para que el pueblo, en su lucha material, sea sujeto y no objeto de la historia.
I. Materia y Conciencia: La Raíz Dialéctica
La consulta pública no es un ritual burocrático. Es, en esencia, el choque entre la base material de una sociedad y su superestructura política. China lo ha entendido con pragmatismo férreo: sus audiencias locales y plataformas digitales son válvulas para medir el pulso de las contradicciones sociales. Cuando un campesino en Sichuan critica una ley agraria en línea, o cuando un obrero en Guangdong exige mejores salarios mediante WeChat, el Partido Comunista no actúa por benevolencia, sino por necesidad material: la estabilidad es hija del equilibrio entre fuerzas productivas y relaciones de poder.
En Venezuela, el Parlamentarismo Social de Calle y los Consejos Comunales emergieron como respuesta a una contradicción histórica: la brecha entre un Estado petrolero centralista y un pueblo hambriento de soberanía concreta. Chávez no inventó la participación; la canalizó desde la base material de exclusiones acumuladas. Pero aquí yace la prueba dialéctica: ¿son estos mecanismos meros amortiguadores de conflicto, o herramientas para que el pueblo transforme su realidad material?
II. Tecnología y Lucha de Contrarios: El Caso de China
En Shanghai, una app estatal recibe 4.000 quejas diarias sobre contaminación. El gobierno no las ignora: las procesa, las jerarquiza, y actúa. ¿Por qué? Porque el desarrollo de las fuerzas productivas (tecnología, infraestructura) choca con viejas relaciones de producción (controles centralistas). La consulta pública aquí no es “participación” romántica, sino un método para resolver contradicciones sin fracturar el sistema.
China enseña que la tecnología no es neutral: es un campo de batalla. Sus zonas piloto como Hainan son laboratorios donde se prueba cómo nuevas políticas (tesis) chocan con viejas estructuras (antítesis), generando síntesis que luego se escalan. Venezuela podría aprender esto: imaginen comunas experimentando con criptomonedas locales o gestionando pozos petroleros comunitarios bajo protección estatal. La revolución no teme a los experimentos; los exige.
III. Venezuela: Entre el Ideal Bolivariano y la Realidad Material
En Petare, un consejo comunal gestiona un acueducto con fondos estatales. Es un avance, pero ¿qué ocurre cuando el presupuesto se reduce? La dependencia material limita la autonomía. Aquí la dialéctica es cruel: el mismo Estado que empodera al pueblo mediante subsidios, lo ata a una relación clientelar.
El Sistema Patria y la VenApp reflejan esta contradicción: son herramientas para distribuir recursos, pero también dispositivos de control. ¿Cómo convertir estos mecanismos en instrumentos de emancipación? La respuesta está en Marx: “Los filósofos solo han interpretado el mundo; de lo que se trata es de transformarlo”. Las plataformas digitales deben servir no solo para recibir gasolina, sino para que las comunas planifiquen cadenas de producción autónomas.
IV. Hacia una Síntesis Revolucionaria: Propuestas desde el Materialismo
Propongo tres tesis para Venezuela:
- Autogestión Material: Que el 20% de los ingresos petroleros de cada región se gestionen directamente por asambleas comunales, bajo auditorías públicas. China asignó tierras a campesinos en los 80; nosotros podemos dar recursos reales, no solo voz.
- Tecnología Dialéctica: Una VenApp 2.0 donde las quejas se conviertan en proyectos legislativos redactados por IA colaborativa, con votaciones blockchain para evitar manipulación.
- Contraloría Popular Armada: Comités locales con poder legal para auditar y destituir funcionarios, tal como los soviets obreros de 1917.
Conclusión: La Historia es Nuestra, No del Mármol
La consulta pública no es un fin, sino el medio para que el pueblo, en su lucha material, supere las contradicciones que lo encadenan. China usa el método para evitar explosiones; nosotros debemos usarlo para detonar la creatividad revolucionaria.
Que cada ley venezolana lleve las huellas digitales de obreros, campesinos y estudiantes. Que cada política nazca no de escritorios, sino de la tierra sudada que pisa nuestro pueblo. El materialismo dialéctico no es teoría: es el martillo que forja realidades.
El mármol de la democracia no se pule con discursos, sino con las manos callosas de quienes construyen, critican y —cuando es necesario— derriban para volver a erigir.