El Silencio que Grita: La Mirada de Farid Dieck

Recuerdo una tarde en la que, tras semanas de tensión con un amigo cercano, decidí asumir que su distancia era un rechazo silencioso. Sin preguntar, sin indagar, mi mente tejía historias: “Quizás le molestó aquel comentario”, “Tal vez ya no le interesa la amistad”. Las semanas pasaron, y lo que comenzó como un malentendido se convirtió en un distanciamiento frío y doloroso. Fue entonces cuando, casi por obligación, una conversación incómoda reveló la verdad: él atravesaba una crisis personal y necesitaba espacio, no indiferencia. Aquel día entendí, en carne propia, las palabras de Farid Dieck: “La falta de comunicación es el primer paso hacia el caos”.
El abismo de las suposiciones
Dieck no exagera. Cuando callamos, el vacío se llena con voces internas que distorsionan la realidad. En mi caso, interpreté el silencio como desinterés, pero era solo un reflejo de mis propios miedos al rechazo. Así funciona el caos: las suposiciones son espejos de nuestras inseguridades, no ventanas a la verdad. En el trabajo, he visto equipos fracasar porque alguien asumió que “todos sabían lo que hacer”, sin verificar. En familias, he presenciado rencores enquistados por frases nunca dichas. La comunicación rota no solo genera errores; corroe los cimientos de la confianza.
El engaño de la mente y el peso del “yo creí”
¿Por qué nos cuesta tanto preguntar? A veces, por orgullo. Otras, por miedo a la respuesta. Dieck señala que, al no intercambiar perspectivas, “creamos una brecha entre lo que ‘creemos’ y lo que ‘es'”. Esa grieta se amplía con los años. Recuerdo un proyecto universitario que naufragó porque nadie se atrevió a admitir que no entendía las instrucciones. Supusimos, actuamos y fallamos. El problema no fue la falta de capacidad, sino la ausencia de diálogo honesto.
La comunicación como acto revolucionario
La propuesta de Dieck es simple, pero radical: priorizar una comunicación activa y empática. No es solo hablar, sino hacerlo con intención. Durante aquella crisis con mi amigo, aprendí que:
- Preguntar es un acto de valentía. “¿Estás bien?” fue la frase que rompió el hielo. No adiviné; interrogué.
- Escuchar sin juicios transforma. Dejé de oír para responder y comencé a escuchar para entender.
- Validar emociones desarma conflictos. Reconocer su dolor, sin minimizarlo, creó un puente.
- Actuar con información sana heridas. Decidimos vernos cada quince días, sin presiones.
El antídoto está en nuestras palabras
Hoy pienso que la comunicación es un músculo que se entrena. No siempre acierto: aún caigo en suposiciones o evado conversaciones difíciles. Pero cuando recuerdo el alivio de aquel reencuentro con mi amigo, o el éxito de proyectos basados en diálogos claros, entiendo que cada palabra honesta es un ladrillo contra el caos.
Farid Dieck no habla solo de técnicas, sino de humanidad. En un mundo hiperconectado pero emocionalmente aislado, elegir comunicarnos con empatía es un acto rebelde. ¿Y tú? ¿Has dejado que un malentendido se convierta en tormenta? ¿O has descubierto, como yo, que una sola pregunta puede ser la grieta por donde entra la luz? 🌟
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Este artículo no es solo una reflexión, sino una invitación: hablemos, incluso cuando el silencio parezca más seguro.